sábado, 10 de marzo de 2018

UN AEROLITO HECHO DE SUEÑOS, MEMORIA Y AMISTAD. SOBRE EL GESTO ABSOLUTO. EL CASO PABLO MOLANO: UNA MUERTE POLÍTICA (SANTIAGO LÓPEZ PETIT)





 No te he perdido a ti
sino al mundo

Ingeborg Bachmann




I – Cuando ya no estabas y tuve que hablar de ti, me di cuenta de que no te conocía, de que no sabía nada de ti. Escribo para conocerte y para que nadie te olvide.


La escritura, cada vez, como una de las formas y de los nombres de la complicidad y de la amistad. Gesto radical de un cuerpo doliente, que le escribe al agitador y al amigo suicidado, en un situarse cara a cara inmanente e inminente con la muerte, no para arrebatarle algo sino para dejarla hablar y de ese modo ajustar algunas cuentas con el mundo. Escribir para ajustar cuentas, para pensar y “conocer” al amigo en su ausencia y conmemorarlo, para conjurar por todos los medios la mueca y el lloriqueo hipócrita de los replicantes de moda, tan ocupados ellos en hacer trizas y en lanzar febril y rápidamente al olvido y al silencio cualquier signo o indicio de un querer vivir que resulte perturbador. Vidas cruzadas –la de Pablo, la de Santiago- que se escriben, se traman y se politizan sobre un fondo y una fuerza indestructible de dolor.


Socialización de las fuerzas de dolor, principio terapéutico al que toda hipótesis comunista debería atender, para poner en juego otro sentido de la crueldad[1], eludiendo esta vez sus devenires autodestructivos. Justo hoy, que nos encontramos ante una coyuntura en la que las crisis económicas y las politizaciones reaccionarias y fascistas amenazan con hacer caer a las vidas, a  su querer-vivir, en un inexorable agujero negro. 






 II. Ir despacio, insistir.


 Hay golpes tan fuertes en la vida…¡Yo no sé!, escribía César Vallejo hace exactamente cien años. Hay vidas que en su insistencia, en su enturbiamiento paulatino –producto de un contagio cada vez más íntimo con el afuera, cada vez más expuesto hacia el mundo- abren caminos, brechas, nuevos modos de conspirar. En sus anomalías y en sus desgarradas invenciones acaban habitando y donando a todos y a cualquiera, una verdad que se dice y se encarna entre lo singular y lo universal: quien quiere vivir acaba teniendo problemas con la Vida -o directamente engullido por ella. En esta encrucijada, punctum cuyas aperturas y riesgos son infinitos, se sitúa y encuentra su ritmo propio, lacerante, la escritura de Santiago López Petit, la vida de Pablo Molano (quien casi no necesito escribir).  La imagen de tapa, inolvidable y conmovedora, de una flor que se estrella contra una -¿nuestra?- pared de cemento gris, y en ese choque la vemos sangrar, signa la invitación a la lectura de El gesto absoluto. El caso Pablo Molano: una muerte política.


¿Cómo se escribe sobre ese gesto absoluto que se repite silenciosamente por millones y al que nadie parece querer prestar atención? Pues rompiendo las reglas, como suele hacerse en los libros y en los poemas más hermosos e inolvidables. Romper las reglas, en este texto, se hace suspendiendo, frenando cualquier tentación argumentativa. Los argumentos, las razones, en tanto procedimientos automáticos, que intentan clausurar y disolver las preguntas, no tienen nada que hacer aquí. La muerte de Pablo, el libro de Santiago, nos obligan a preguntarnos qué nos hace vivir, qué nos sujeta a la vida[2], sabiendo de antemano que a la cadena causal le faltará siempre, y mucho más en este caso, el último eslabón. Necesario, entonces, diagnosticar, romper sujeciones, desertar, con la paciencia de los lobos, que saben de entradas y salidas, de lentitudes y justas velocidades. 


Provocarle trastornos tan fuertes a esa vida que no deja de causarnos problemas, para poder respirar de otra manera. Y abrirle caminos a nuestro querer-vivir. 




Catarina Botelho / O outro nome das coisas / 2010



La escritura rota, entonces, es un arma cargada de presente. La enfermedad –palabra que significa ni más ni menos que no poder estar firmes- y el vector de politización de dicha enfermedad. Un gesto radical porque frágil, digno porque se aparta de cualquier autoindulgencia o ilusión. Y en ese desplazamiento encuentra su propia verdad.


Desplazarse, agitarse, escribir. Escuchar la herida –como lo hacen los esquizos- y no apurarse a cauterizar. Demorarse allí. La gran salud prometida a todos quizás consista, como escribe Santiago en un libro anterior, ya no en salvarse del sufrimiento –ese subterfugio tan cristiano-, mucho menos en valorizarlo, sino en querer vivir más. Ahí quizás nuestra dificultad y nuestro desafío. La herida que se abre a la lectura de este libro, que en su desplegarse se vuelve política, nuestra, nos permite, paradójicamente, seguir respirando, pensando, escribiendo, investigando nuestros límites y tensas comodidades, construyendo-nos allí, en la travesía por la noche, el dolor y la intemperie compartida, nuevas alianzas y futuros mediodías.



 III - Tenemos que politizar todo (y ya)



Al principio estuve montando medios de comunicación alternativos como Okupem les Ones, la Tele, teles comunitarias. Después me puse con el tema de la vivienda. Estuvimos en Magdalenas, una casa okupada, moviendo algunos temas. Una gente estaba con V de vivienda y nosotros estábamos con la PHRP (Promoción de Vivienda Realmente Pública), que era como una red de ocupaciones en el centro de Barcelona. Después de eso me metí en el tema estudiantil porque estaba en la Universidad. Y nos metimos en el tema de Bolonia. Entonces fue el período este álgido de Bolonia y después de Bolonia, salimos de allí a crear una universidad libre, que se llamaba la Rimaia. Esto fue otro momento álgido y desde la Rimaia empezamos a pensar cosas a nivel de ciudad, también. Bueno hicimos una cosa que se llamaba Moviment del 25 y organizamos una huelga social diferente en Barcelona, tomando un edificio muy céntrico (edificio de Banesto en plaza Catalunya) y llamando a otros sujetos políticos que no eran los típicos currantes de las fábricas. Después de eso, hicimos otra incursión que no fue totalmente como las anteriores, sino participando en el 15M, la toma las plazas y todo lo que viene después, el Parlament, las huelgas. De aquello todavía colea alguna cosilla. (Entrevista a Pablo Molano, Enero 2015)


Politizar puede pensarse como el gesto radical que nos permite sostener los cuerpos erguidos, las cabezas desnudas, en una situación de desolación y de oscuridad, que fue la de Pablo pero que es también la nuestra. Situación quizás agravada, dado que el poder del Estado tomó debida nota de las insubordinaciones recientes –okupaciones, creación de la universidades libres y espacios autónomos, 15-M- y en base a la paulatina imposición de penalidades a escala mayor y menor, tales como la creación de las diferentes Ordenanzas Cívicas, la Ley de Seguridad Ciudadana, la represión durante el referéndum en Catalunya, logró extender un estado del miedo en el espacio público y en los cuerpos que día a día lo atraviesan. La agobiante invocación a la autovigilancia y a la automoderación suena en todas las estaciones de metro, para que continuemos circulando cada vez más atomizados y anestesiados. Ajustada maniobra de pinzas necropolítica cuyo objetivo es precarizar, entristecer y adaptar los flujos que nos recorren a la siempre renovada normalidad capitalista.


Neoliberalismo desbocado (y deseable) ¿No es acaso la producción de deseos de orden, de tranquilidad y seguridad, de una acabada vida de derecha (Schwarzbock) flexible y  fácilmente integrable,  el núcleo libidinal de la forma de gobierno actual? La receta que el Estado encuentra para hacer frente a las situaciones, a las voces y a los cuerpos ingobernables, que no se ajustan a esta normalidad, la expuso sin fisuras el presidente de gobierno español en los días previos y posteriores al referéndum de independencia en Catalunya: represión, tranquilidad y elecciones. Vida mula [3] y Estado-guerra global, difuso. El orden de los factores no altera el producto.


La vía para agitar y politizar la Vida Mula, continuum del que todas formamos un poco parte, resulta en ser capaz de percibir aquellas cosillas que aún colean y ponerse en juego entre ellas, extendiendo los presentes y sus posibles más turbios e inexplorados, sabiendo que el combate se ha extendido a toda la vida y a toda la realidad. Desordenarse y desordenar las piezas del castillo para encontrar las salidas y los respiraderos más adecuados.


Combatir para comprender (Rozitchner), entonces, en tanto gesto que relanza los desafíos y los devenires (de Pablo, de Santiago, de nosotras). En estas vidas cruzadas y en sus escrituras se juega toda una política y una erótica colectiva de las mezclas, contagios y transversalidades, en cierto modo fabulosas, donde el problema de las dosis y de las intensidades se torna central, si deseamos ir más allá de los agujeros negros y apuntar nuestras fuerzas de alegría y de dolor hacia la invención común. 
                                           

Vamos lentos porque vamos lejos.
Y de aquello todavía colea alguna cosilla…




[1] “Digo crueldad como quien dice voluntad de vida” (A. Artaud – El teatro y su doble)

[2] Evitando asimismo la tentación romántica, profundamente despolitizadora del gesto. Pablo Molano no era ni es una figura romántica. El hombre romántico lucha contra sus fantasmas. Pablo luchaba, en cambio, contra la policía y la política de un Estado que le atacaba y le perseguía (p. 82)

[3] Así define Juguetes Perdidos, colectivo de investigación argentino, a un nuevo modo de valorizar la vida en el cual los cuerpos precarizados, atizados por un terror y una intranquilidad anímica permanente, se disponen a lo que sea para defender el orden (precario o no) que supieron conseguir. Contrato social pero sobre todo existencial, terapéutico si se quiere, que estos cuerpos no están en principio dispuestos a romper, basado en consumo + “muleo” + “engorramiento”. Ver más en http://colectivojuguetesperdidos.blogspot.com.es/

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